Hay experiencias, vivencias, personas que trascienden y van más allá de lo que pueda pasar luego, pero también existen dolores que neutralizan cualquier nuevo sentimiento que pueda intentar aparecer. Eso me hace pensar, para qué volver a amar, para qué construir nuevamente algo así, para que eventualmente, veamos cómo se desgasta? Ver cómo se desgasta una mirada es como ver morir a alguien, es un proceso agonizante porque es perpetuo. Tenerle miedo al olvido. Temer el final. Perder fe en algo, en alguien. Ver la costumbre y lo predecible y cerrarle los ojos a todo lo demás. Vivir el dolor. Sentir la inseguridad, perder la confianza. Romper promesas y observar cómo las rompen sin intención de hacerlo. Ser espectador de palabras vacías y darte cuenta que finalmente, aquellas palabras que estimulaban sentimientos hermosos, se van vaciando hasta quedarse con nada. Ver morir las propiedades emergentes. Si cada interacción crea tu identidad, es arrancar una parte de ti. Remover tu hogar, ponerlo de cabeza.
Pero la pregunta clave es, lo vale?
Sí, definitivamente lo vale. Aquí surge la transformación. Ocurre cuando un cambio es gigante en términos de efectos e influencia. Estas cosas te transforman. De alguna forma, es una metamorfosis. Entre los muchos antes y después que uno atraviesa en su vida, este no es percibido de momento por lo largo que es, mientras que otros impactan de momento, este tiene un impacto que dura y repercute.
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