-Hola, te noto un poco triste, quieres hablar?
+Hablar muchas veces significa hacer que te entiendan y pues, cuando estás realmente agotada de sentirte como me siento, de pensar lo que pienso, no creas energía para darte a entender, o bueno, al menos no ese tipo de energía. Es agotador de por sí vivir esos momentos, cómo haría para hacer que me entiendas? Peor aún, cuando ni yo misma lo hago.
Inmediatamente vienen las preguntas: los porqués, los cómo, los qué. Ya estoy exhausta, ya sé, y si mejor apago al mundo y me encierro en mi pequeña burbuja, que por cierto, me ha tomado años inflar y en realidad es bastante segura, y por más sola que parezca, por más sola que esté, nunca lo estoy.
-Entonces, quieres compañía?
+A veces, la mejor compañía no es solo de seres vivos, también de cosas supuestamente inertes: un lápiz y un papel, una pelota, una barra con discos en cada lado, un pincel, una cámara, una computadora con algún programa de edición, podría nunca acabar este listado. Ellos nunca piden explicación, nunca esperan entenderte, es más, nunca esperan nada. Qué cultura menciona que las cosas también tienen espíritu? O es un pensamiento animista? Es el animismo una creencia religiosa? Sea lo que sea, lo creo, lo siento así.
-Y qué haces con aquellas cosas?
Muchas veces es deporte, a lo que yo también llamo arte, creo que el arte es precisamente eso, la conexión, la magia, el flujo, la comunicación que excede palabras y lenguaje, entre tú, el universo infinito y aquella pequeña cosita que te brinda su leal compañía. Es el despertar de tu daimon interno, la ruptura de tu daimon con la sociedad, donde se apertura tu conciencia más pura en una sinergia y simbiosis con el universo y esa pequeña reliquia que permitió todo esto. Llámenlo intuición, impulso creativo, conciencia, ángel guardián, y algunas más dependiendo de qué ojo lo mires: mitología, filosofía, psicología, etc.
Es la manera en la que compones una melodía de lo más absurdo, la forma en la que cada pincelada es una cicatriz tatuada en tu alma, cómo es que, sin pensarlo, las palabras salen de tus dedos y el caos de tu mundo ordena cada letra como si ese fuese el lugar al que siempre han pertenecido, y por fin lo encuentran. Es cómo das vida y te dan vida. No es cómo aprendiste a patear una pelota para que entre al arco, sino cómo tu espíritu fluye con esa pelota gracias a la conexión con ella y el universo, cómo apagas a tu cerebro y enciendes a tu alma. Cómo confías en tu cuerpo después de haberlo alimentado de conocimiento y práctica. Cómo sabes que ya está listo para ser uno con todo, y ocurre lo inexplicable, lo increíble.
-Wow!
+Y es el arte, siempre está ahí, no la tienes que buscar, tampoco tienes que hacerte entender, pero está, y es contigo, por el tiempo que la necesites, sin razón ni noción, pero con una inesperada y sorprendente comprensión.
-Comprensión, eh.
+Y es que muchas veces, o pocas tal vez, buscar a alguien también significa no ser comprendida, y eso te deja incluso más agotada. Después de gastar energía, que no tienes, en hablar, en intentar que entiendan algo que ni tú entiendes, todo aquello pasará por el filtro de su realidad, el mensaje será licuado y colado por la cosmovisión y experiencia, por cada vivencia del oyente, que, en ocasiones, solo oye para responder y muy poco para comprender, de ese modo, concluye una respuesta que te deja sintiéndote incluso peor, y más incomprendida que al inicio. Eso es, si llegaste a ese punto, porque, algunas veces más que otras, ya sabes lo que te dirán, así que solo respondes con un monosílabo o quizá una frase corta para evitar el trajín.
-Supongo que el cerebro entiende, pero el alma comprende.
+Supongo igual.
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