Hay días en los que me siento en el tope de la montaña rusa, y me siento viva, con vértigo y entusiasmo por lo que depara el camino. Otros, en los que estoy abajo, y pienso que nada es plausible, donde la sombra me ciega y absorbe mis ganas. Donde no logro ver los colores tan vivos como arriba. Incluso, pasa que un minuto puedo estar en el tope del mundo, y al siguiente estoy en el fondo. Definitivamente es una rueda de la fortuna. Un círculo vicioso. A veces, un juego en automático.
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