Microcuento
- andreaguvi
- 5 oct 2020
- 1 Min. de lectura

Subí al auto, ambas nos colocamos el cinturón y sin mencionar una sola palabra, conduje. Fue el silencio más ruidoso que escuché. Pensé en ella y sentí cada golpe que soportó. Llegamos al acantilado, abrí la maletera para arrojar el cuerpo, de pronto escuché cómo el suyo golpeaba el mar.
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