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Serie: La teoría de la rueda de color del amor, personificada. Ep.1

El amor es algo tan dimensional que es imposible definirlo de manera objetiva, no se puede colocar en el continuo espacio-temporal. Hay tantas ideas de amor en el mundo como personas, y quizás más. Ocurre una vez y cuando vuelve a ocurrir, no es igual, sin preferencias ni predilectos, aunque a veces sí. Haré una crítica sobre el amor, desde distintas perspectivas personificadas basándome en una de muchas teorías que intentan abordar este constructo.


Episodio I – Esther

20 años, 3 meses. Es el tiempo que me tardé para darle alguna definición propia a lo que es el amor. Ahora que observo en retrospectiva, puedo darme cuenta de lo ingenua que fui. Sin embargo, cuando me preguntan sobre el amor, solo se me viene a la mente una persona, años después y sigue siendo el mismo nombre tatuado en mis neuronas. Fantástico, romántico y pasional. Inflar una burbuja que albergue a dos personas y formar ahí una realidad no es algo sencillo, es tomar un riesgo y embarcar una aventura para la cual quizá, no estás lista, pero tu intuición sabe que realmente nunca lo estarás, entonces das el salto, ese impulso viene desde lo más interno de tu ser, tan natural que de momento no lo notas, solo lo sientes y tu cuerpo automáticamente actúa.

Más que un amor a primera vista, es un anhelo al primer contacto, yo estaba existiendo en mi propia órbita cuando de repente, sin previo aviso, siento una extraña onda gravitacional invadiéndome y como un choque estelar, alcanzo sus ojos y ¡bang!, una pequeña fracción de segundo después de la explosión inicial, se creó nuestra temporal eternidad, una nueva línea de tiempo.

“Te puedo ayudar en algo?” Sí claro, devuélveme mi gravedad. Fue tan curioso que aquella pregunta haya contenido esas primeras palabras porque sí, me ayudó tanto en todo el tiempo que duró lo nuestro, y fue bastante. Solíamos conversar mucho sobre ese primer encuentro, nunca me cansaba de escuchar su versión de la historia y cuánto temor sentía en acercarse, pero lo hizo y no por cumplir responsablemente su trabajo, sino porque quería invadir mi órbita, y valiente, como siempre, la conquistó.

Era primeriza en el amor, al menos de una manera tangible, esto nos trasladó a un viaje inexplorado, me encanta describirlo como un frenesí pasional, de hecho, fue el primer soplo de nuestra burbuja. Sustancias químicas para acentuar el atrevimiento y el coraje, escenas puestas en acción para crear los encuentros precisos, aprendimos a utilizar un lenguaje que volaba mucho más alto que el hablado, la comunicación verbal no hacía falta, nuestro idioma fue un poco más erótico, más sensual. Quería conocer cada rincón, pintar sus tatuajes con mi lengua de pincel y que incendie los míos con su calor. Supimos dejar en cenizas cada lugar al que íbamos. Sigue pareciéndome increíble cómo es que nunca era suficiente.

“Realmente me gustas, ¿sabes? No quisiera que pienses que no quiero algo serio contigo, lo quiero, y mucho.”

“Tú me gustas muchísimo también, la verdad es que no dejo de pensar en ti, me desespero.”

Se me sube la insulina y se me eriza la piel de solo recordarlo. Ya no eran ansias de devorar su cuerpo, sino también su mente. Quería conocer su historia, aprenderla de memoria, y eso hice, empecé mi estudio favorito. Tenía conversaciones cuando ni siquiera estaba ahí y, aun así, me hacía sonreír. Me sentía la persona más afortunada del mundo por haber encontrado a alguien tan especial, a quien sentí que siempre estuve buscando. Hubieron ocasiones en las cuales no podía asimilar que por fin, mis sueños eran una realidad, mi tangible subjetiva realidad.

La burbuja creció y cada vez se volvía más sólida. Derrotabas a cada uno de mis demonios, incluso yo sola, empecé a querer vencerlos. Por mi y para ti.

“Tengo una sorpresa, cierra los ojos.”

Sabía que lo dirías, -te quiero- lo dije mil veces en mi mente antes de abrir los ojos, tal vez te quise incluso antes de conocerte.

El amor vuelve realidad cualquier tipo de ficción, cualquier quimera: viajas sin mover un solo dedo, te teletransporta por dimensiones, juegas con la física, la química y llegas hasta al universo cuántico, vuelas, te elevas, fusionas, te vuelve invencible, eterna, inmortal. Feliz. Cualquier imposibilidad que puedas cuestionar, dentro de la brevedad de su magia: te hechiza, hasta te forma, moldea.

Fue, definitivamente, mi mejor quimera, hasta que se acabó, se rompió la burbuja, no sé cómo, ni cuándo, ni dónde, y caí. Caímos.

Aquí estoy y allá estás, viviendo en un mundo más real, tan real que duele de maneras en las que nunca antes dolió, pero al fin y al cabo, nada es igual, el río no será el mismo, y yo tampoco.




Episodio II – Lourdes

Episodio III – Sara

Episodio IV – Marta

Episodio V – Penélope

Episodio VI – Alicia


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